Comencé a escribir poesía los primeros años de la universidad. En ese entonces estaba enamorado hasta las patas de una ex compañera de colegio, y lo de nosotros nunca fue; a ella le gustaba mi mejor amigo y él no estaba interesado en ella, así que nuestra historia fue de corazones rotos por lado y lado, aunque un día si le pude robar un beso, o ella me lo robo a mi en realidad… pero eso es para otro cuento.
Recuerdo que me vine al norte bien cagao; me pasaba los días yendo a clases y por las noches me encerraba en la pensión a escuchar música y a combatir mis demonios. Mis viejos me habían regalado una radio que sonaba mortalmente bien, y ahí también comenzó mi afición por juntar discos de mis grupos favoritos.
Por las noches – de 10 a 12 recuerdo – había un programa de radio en la Canal 95 que se llamaba «El Mio Cid» conducido por Cristian, que todos los días programaba buen rock de los ’90 y además compartía poesía declamando autores de todo el mundo; también se daba el trabajo de traducir las letras de las canciones que le iban pidiendo. Era especialmente mortificante entonces, ahogarse en las penas por las noches, escuchando buena música y textos que te hacían soñar y también llorar.
A mi siempre me gusto Parra y Huidobro, y tenia unos libros que me robe de la biblioteca de mi papá, así que comencé a tirar garabatos de vez en cuando en mi agenda de la U inspirados en ellos. Muchos de esos primeros versos se fueron a la basura y quedaron sepultados en las páginas de aquellas libretas, que hablaban de amor y desamor.
Un día caminando por los pasillos de la universidad encontré un papel pegado que decía: » Se buscan poetas no leídos», y no recuerdo si había un numero o un correo de contacto, pero un día nos citaron a una reunión a todos los que habíamos respondido a ese llamado. Entramos a una sala y éramos como 10 desconocidos que nos mirábamos cada uno en su mundo; ahí apareció Oscar, el creador del proyecto y charlamos sobre lo que seria un grupo literario y la publicación de un libro.
Los siguientes meses fueron de tertulias literarias, una que otra salida a dar jugo y preparar los mejores versos para que salieran en la antología Poetas No Leídos. No recuerdo bien cuantos poemas largue bajo el seudónimo de versus, creo que fueron 5 o 6, que revisándolos hoy eran ahí nomas, pero igual me crei el cuento de poeta. Solo nos dieron tres copias, que regalé, a una amiga, a mis viejos y la ultima se la di a mi viejo amor del colegio, porque varios poemas eran para ella. Recuerdo que era navidad y ya estaba en mi casa en sur. Ahí un día me fui a su casa en bicicleta – como siempre lo hacia cuando la iba a visitar – y pille la puerta abierta de su casa, no se veia ni escuchaba nadie, asome la cabeza y vi el arbolito puesto en el living, y en con un movimiento firme y centellante me arroje a la sala y lo puse abajo del árbol entre medio de otros regalos que habían. Transpire el alma, pero logre mi objetivo. Luego me llamo agradeciendo el regalo y sorprendida por la magia el viejito.
Con los No Leídos tuvimos varias actividades ese año, creamos una revista literaria que alcanzo a sacar un par de números, se llamaba N*orto «literatura como el…». ahí volcábamos nuestra verborrea universitaria con noticias poesía y uno que otro relato underground de nuestro mundo.
Fueron dos años entretenidos y mentalmente intensos, con altos y bajos en los ramos y buscando sanar el corazón. De ahí hasta ahora han pasado varios años, demasiados diría yo, sin tomar un lápiz y garabatearle al amor, porque es mejor desangrarse con un verso, que dejar a la muerte rondar tu regazo o el ácido gamma amino beta hidroxibutírico para las injurias mentales.
Ella se refleja en un espejo bicolor no dice: te quiero, me gustas, ni mucho menos: por favor tiene el inmenso deseo de convertirse en actriz viajar por Europa conocer gente sencilla a veces sueña con rincones infinitos, olvida lugares e inventa nombres solo para reírse de si misma y su condición de alumna destacada. no tiene problema en guardar secretos, le gusta amanecerse mirando el mar. Es entonces cuando aparezco yo, le susurro una palabra y ella sonríe como siempre, jura que lo hago para caerle bien, sin embargo es lo que menos me interesa. Es solo que me encanta verla sonreír.
Podría dejarla ir, así no tendría que pensar donde estaré. Cavé trincheras, todo lo que encontré no me pertenece. Ahógate conmigo…
Podría dejarla ir, así no tendría que buscarme en mi jardín de sombras. todo lo que encontré no me pertenece.
Podría dejarla ir, así el dolor del beso perdido sería solo un susurro en el vacío un paso en falso en el abismo
O podría dejarla venir, así nuestras miradas tropezarían con la niebla para no encontrase nunca en un te quiero.
Podría por fin dejarla en mis sueños, así tu esbelta figura segundo a segundo – cómo se desangra un corazón roto – se desvanecería en la memoria y el olvido
Mi cabeza en el averno donde los gigantes se comunican, la materia oscura sobre la mesa trato de conectarme en clave morse medio a medio me atraviesa la luz..